La
Obra
Las obras de Juan Trigos
se caracterizan por salirse del realismo para poder mostrar la
realidad.
Un juego exagerado que
sólo puede llevarnos a reflexionar sobre nuestras propias vidas y
sobre el papel por el que nos hemos dejado llevar con el fin
de olvidar que no sabemos quiénes somos.
Sus obras denuncian las
mentiras de la familia, la religión y la sociedad.
El Ojo de Edipo, además,
toca un tema en plena vigencia: el abuso de los curas a los niños.
La dramaturgia de esta
obra, cargada de poesía dramática, provoca una puesta en escena que
yo califico como poema sobre el escenario.
Los actores ubicados en
sitios determinados del escenario, con movimientos muy precisos,
tonos de voz y gestos pautados, ayudan a ahondar en el misterio
dramático de la obra.
El amigo ciego, preso en
su celda, camina sólo en los márgenes de su venganza y su dolor.
Ciego que ve con sus manos, acaricia y se relaciona permanentemente
con una muñeca que representa el cadáver de su madre asesinada por
él mismo.
La violencia que
caracteriza a este personaje sólo puede descubrirse en sus gestos.
No veremos ni cuchillos, ni navajas, ni siquiera sangre. Sólo la
mímica del actor nos dará la posibilidad de ver el arma
homicida.
El Hombre, “libre”
aparetemente en sus movimientos en el escenario, sólo puede moverse
teniendo como límite de sus acciones, la celda del amigo ciego, el
pedestal de la Santa y la presencia impresente de sus padres
de blanco y negro.
Grita, y se desespera,
pero sólo puede perderse entre los límites de su melodrama.
En el país de los
ciegos, el tuerto es el rey. Este es el Hombre. Llega a
desesperarse por el abuso, pero sólo se desespera y se llena de
culpa. No hace más nada.
La obra plantea con estos
dos personajes dos tipos de comportamiento ante un hecho importante:
la víctima que se convierte en victimario y el silencio que sólo
puede conducirnos a la culpa y al melodrama, es decir, a la mentira
sobre las verdaderas emociones.
La Santa, como un crisol
de culturas precolombina y católica permace en la obra para “ayudar”
al hombre a expiar su culpa. ¿Cómo? Con el sacrificio. Ella,
prácticamente siempre en su pedestal, sólo se baja de él para
presionar más al Hombre a que se pique un ojo con la punta de sus
tijeras.
Los padres, vestidos y
maquillados de blanco y negro, esteriotipados en sus movimientos,
haciendo movimientos mecánicos y reprimidos en sus relaciones
sexuales, sólo salen de su esteriotipo para caminar como señor que
saca a pasear la perra. Es decir, el padre camina llevando una perra
que es la madre. O en otro escena la perra ataca al padre, con toda
su furia animal.
Sólo de esa manera
salen de los movimeitnos esteriotipados de padre y madre correctos
que van a la iglesia y que apoyan la educación formal y abusiva de
la escuela católica.
Esta obra, también hace
referencia permanente al personje griego Edipo. En la obra de Juan
Trigos, podemos encontrar guiños a características de las obras
griegas como el destino y el carácter cíclico del eternio devenir.
Además, en El Ojo de Edipo también se habla de la seducción
maternal y la pelea que provoca entre hijos y padres. Celos asesinos
provocados por la institución maternal que enamora y confunde los
límites del amor entre madre e hijo, provocando la lucha asesina
entre padre e hijo. Madres que crean machos dominantes que pelean por
ganar un trofeo que nunca recibirán. Todo se puede, menos el
incesto. Esta construcción enferma del cariño denuncia también El
Ojo de Edipo.
